30 de diciembre de 2013

I've got your music | El final de un recorrido






Cuando comenzó este año decidí hacer una sección, I've got your music, en la que fuera recogiendo las canciones que iba descubriendo a lo largo del año. También quise que fuera un "algo más", así que al comienzo de cada una le acompañaba un pequeño texto que era, ni más ni menos, que una historia contando por capítulos.

La historia se iba creando ha medida realizaba las entradas, de forma bastante inmediata, sin mucho pensar, y, seguramente, con más de una incoherencia. Tras 34 entradas llega el final. Aquí podéis leer toda la historia entera, acompañado por las cintas de cassette que siempre estaban en la cabecera de cada una de las entradas. En ésta veréis el capítulo final, el 35, una forma de cerrar el círculo del 2013.



001. Llego por primera vez a la buhardilla. Mi nueva casa. Todo huele a limpio. A nuevo. Por estrenar. A este nuevo rincón traigo algunas cosas para decorar las estanterías, los recuerdos, pero sólo aquellas cosas que he querido conservar de mi vida anterior... mientras que el resto han quedado irremediablemente en la basura, de donde no van a salir, bueno si, al contenedor, para posteriormente ser aplastado, estrujado y demolido sin pena ni piedad alguna.

Ahora en esta buhardilla voy a empezar a meter nuevos elementos, descubrimientos, realidades que me interesa tener, todo ello acompañado de buena música. Me tiro sobre la cama doy al Play y simplemente disfruto de las sensaciones. Esto es un nuevo comienzo con todo lo bueno del pasado y el resto de la hoja en blanco para vivir en el presente-futuro.



002. Nunca esperé que el año nuevo me trajera esta independencia, ni esos póster en la pared firmados, ni ese trabajo que me permitió conseguir este pequeño lugar solo mío, ni siquiera el cambio a la ciudad de la que vivo enamorado. No esperé ni tu hola, ni tu adiós, ni aquel abrazo con la niebla... pero la realidad es que ya no quiero esperar nada, simplemente lo disfruto porque como decía Bob Harris en Lost in Translation""Cuánto más sabes quien eres y lo que quieres, menos te afectan las cosas"

Ahora escucho música en el comedor, mientras bailo moviendo el pelo como si estuviera en la mayor de las fiestas. Pero no, estoy solo en este lugar y en este instante. Siempre me ha parecido curioso que sea algo que todo el mundo hace, pero no todos reconocen ¡Qué me vean los vecinos dándolo todo!


003. Este año comenzó con una peculiar fiesta que realicé el pasado fin de semana: en mi nueva casa, estrenándola reuní a una serie de personas. Había amigos que conocía desde hacía años, algunos chicos con los que había salido, amigos a los que hacía tiempo que no veía, gente que vivía cerca, los que vivían lejos vinieron.... Todos tenían en común el cariño mutuo que había y que perduraba.

Algunas personas se preocuparon por no ser invitadas, pero no tenían porque hacerlo: no tenían en mi un mayor interés que en cualquier otra persona al azar, por mucho que sus palabras dijeran lo contrario: los actos lo dejaban bien claro. Bien abandonados están a la deriva esos amigos fugaces, efímeros, falsos... esas personas que no te hacen sentir especiales. La soledad les acabará alcanzando inexorablemente, pero eso ya no es problema mío. Muchas cosas, con el tiempo, ponen a las personas en su lugar y yo tengo la mejor compañía posible. La que quiero y que me quieren con ellos también.

004. Antes de irme a dormir me fui a dar un paseo por el barrio. Tengo la suerte de tener una amplia zona verde cerca y me di cuenta de algo, que no sé si seré el único que se habrá fijado: mirando al cielo se podían ver muchas estrellas, cuando hacía tiempo que eso casi que era un milagro ¿Qué había cambiado en estos años? ¿Quizás siempre han estado ahí esperando a que las miráramos? No pude más que quedarme embelesado ante tal espectáculo mientras sonaba esa canción en mi reproductor. Una lágrima caía por mi mejilla, sin casi darme cuenta.

Los espectáculos más grandes están a un golpe de vista, sólo hay que saber observarlos.

005. Tumbado en la cama. Cierro los ojos. Estoy viajando. He llegado hasta aquel maravilloso lugar, contigo, si tú, que siempre estuviste ahí. Tu barba rozándome el cuello, tus manos pegadas a mi pecho, un leve soplido en la oreja, el vaivén de las olas como único sonido de fondo. Sólo puedo darte las gracias por aquel tiempo, porque fue bueno, porque me gustó y porque me dejaste con la sensación que aunque las cosas cambien no desaparecen los sentimientos, el cariño y eso que llaman amor.

Ahora puedo descolgar el teléfono, llamarte y que te vengas a ver una película a casa. Por favor ven ahora.



006. Aquel día me levanté con la sensación de comerme el mundo. Me desperté pronto, me di un baño relajante, sin prisas, con música muy tranquila, me estuve queriendo durante media hora. Bailé después frente al espejo con algo más animado: ahora tenía una barriga sexy con cicatriz incluida.

Una vez vestido, abrigado, me puse los cascos, seleccioné ESA canción. Di al play. Salí de casa, bajé Las Ramblas al ritmo de la música, me fijé en esas otras personas que también van como yo: cantando y bailando con la música que llevan. Di una vuelta, anduve por la ciudad mucho tiempo, me perdí por las calles, observando a esos hombres guapos barbudos que pululan por ahí.

Quedé contigo para tomarnos unas cañas y proponerte un proyecto que te gustó mucho, nos abrazamos. Siempre me encanta que nos abracemos.

Acabé en el barrio donde algún día viviré, en esa tienda, observando libros, figuritas, pósters y charlando contigo mientras tomábamos té. El día puede ser todo lo maravilloso que nosotros queramos hacerlo.


007. Sin duda uno de los motivos porque me vine a vivir aquí fue por la playa. No sé como hasta ahora he podido estar sin ella. Sin el ruido del agua, del vaivén continúo. A veces me gusta venir acompañado pero otras veces me gusta perderme, como hoy, solo, simplemente escuchar la marea, ponerme una canción relajante y abandonarme por unos minutos.

Es un lugar donde uno se siente pequeño, pero a la vez, se siente que es una pequeña parte importante de algunas personas. Así es. Somos importantes, somos héroes para algunas personas, igual que ellos lo son para nosotros. Mirar al infinito y perderte entre esos guiños que te harán sentirte aún más feliz.

Como dirían aquellos "Sonríe, sí tú, sonríe, venga, que nadie mira". Cae el sol. Soy feliz


008. Salí de mi buhardilla aquel viernes para quedar a tomar algo, de tranquis. "El quedar a tomar algo, de tranquis" siempre se acaba derivando en una gran fiesta repentina... fiestas en las que sin querer acabas conociendo a alguien que resulta interesante, más de lo que en un primer vistazo te llama la atención. Así sucedió.

Me quedé en un rincón de charla con él, mirándole y pensando "¿De verdad es así?", no sé en que momento dije adiós a mis amigos que brindaron con la copa mientras me alejaba agarrado de su mano. Me regaló esa chapa que llevaba en su chaqueta, jugó con mi perilla... y aceptó venirse a casa.

La noche fue alucinante y descubrirme amaneciendo con él pegado a mi pecho es una imagen inolvidable. Un post it a la mañana siguiente me esperaba en la mesilla "Adoro la casualidad que me llevó a ti". Mientras él se duchaba y cantaba como si llevara allí toda la vida.



009. El mundo se compone a veces de situaciones que no nos gustan: queremos ser más superhéroes de lo que podemos, y en otras ocasiones la gente nos da puñaladas por la espalda... es verdad, el mundo a veces se basa de la palabrería y quizás, en ocasiones, de gente que no esperamos aunque quizás, la mayor parte, ya sabemos que antes o después podían venir esas decepciones

Mientras miraba por la ventana pensativo ante aquella discusión con alguien que creía de confianza, llegó él con su gran sonrisa, era mayor que yo pero tenía una sonrisa de niño gamberro, me abrazó bien fuerte y me dijo al oído "Todo fracaso no es nada más que el comienzo de un gran éxito", se quedó así cinco minutos, casi como transmitiéndome todo lo que a él se le pasaba por la cabeza. Un cuasi desconocido que se había entregado a mi... con toda la razón del mundo.

Hice que apuntara esa frase y la dejé colgada en la nevera, por si algún día se me olvidaba. Me giré, me sonrió y sólo alcanzó a decir "Vales tanto que no merecen los traidores tenerte a tu lado". Sólo una lágrima de felicidad pudo responder a tal sentencia. Puedo hacer todo lo que me proponga.



010. Este viernes se iba a convertir en una celebración. Porque sí. Por el hecho de celebrar. Una vez leí que había que celebrar de todo... así que celebré que lo nuestro había acabado, al menos esa etapa en la que me duchaba contigo y abrazaba tu cuerpo desnudo. Pero lo celebré contigo, claro, seguíamos con esa conexión que habíamos creado. Esa unión que pocas veces sucede.

Corrió la cerveza por la buhardilla, con nuestros amigos, entre ellos mi amigo del alma, mientras sonaban temazos en el ordenador que la gente pinchaba como si todos fuéramos DJs profesionales. De la cerveza pasamos a las copas, la Polaroid que había comprado sirvió para dejar reflejado todos esos momentos. Salimos hasta las mil por ese lugar que nos encantaba a todos, aunque fuera casi de tamaño del lugar que albergaba grandes temazos. Allí te vi en un momento de la noche con otro, en ese momento, quizás, se me rompió un poco el corazón.

A la mañana siguiente, recién despertado sonó el móvil: Ese trabajo que parecía perdido tras semanas sin saber de la entrevista, me habían llamado. Y si, tú acabaste durmiendo en mi cama con tu misma cara de pillo, junto a mi mejor amigo, abrazados de la resaca que llevabais encima. Os hice la última foto de la Polaroid. Una pequeña lágrima, quizás de una futura nostalgia, me llegó. Pero no serás nunca un recuerdo sino una realidad.



011. Aquel viernes salí solo, como hacía en ocasiones, pero esta vez salía a darlo todo, a beberme la ciudad. Me perdí por bares desconocidos donde nadie pudiera reconocerme. Simplemente iría a la barra, cogería una cerveza y bebería, una vez, otra vez y mil veces más. Quizás era un modo de autodestrucción más, pero en el fondo siempre había sido un experto en ello.

Tras varios bares, mi borrachera ya iba a un nivel importante, acabé en aquella sala, que siempre he pensado que era un puticlub, bailando en un lateral de la pista. Entonces quizás saltó un chip en mi cabeza... todo pareció ralentizarse, y lo vi claro: aquella autodestrucción que a veces provocaba mi cerebro me estaba salvando, sin querer, me estaba salvando. Una protección de la mente ante algo seguramente peor que podría pasar por ella

Salí a la calle me paré frente a un cristal donde alguien acababa de hacer una pintada "Sigue adelante, hay algo" y un corazón. Un chico junto a mi hacía una foto a la pintada y me dijo "Habrá que hacerle caso". Mandé un mensaje, recibí respuesta. Caí rendido en la cama.


012. Aquella noche fue larga tras caer a la cama, tanto como aquel verano en el que la desidia pudo conmigo. Entre sueños viajé a lugares cercanos pero a la vez lejanos: ya había estado allí pero no de la misma forma, quizás era una forma de verme desde fuera y entender mejor la situación de mi mismo ¿Cómo había llegado hasta ese punto? ¿Cómo había sido capaz de caer, recuperarme y volver a caer? ¿Me he dejado caer? Finalmente cada uno decidimos lo que queremos hacer o dejar de hacer... yo me había dejado caer como en una caída libre, sin importarme cuántos soportes o manos iban atrapándome. La velocidad del vacío, el disfrute de dejarse perder y abandonarse.

Era hora de despertar. Abre los ojos.




013. El cerebro, ese ser que me había dado más quebraderos de cabeza que otra cosa ¿La solución? tirarlo a la basura. Se acabó ya no hay nada que hacer, no me vale, no me sirve, no me ayuda, si no me ayuda no tiene que estar conmigo. Lo he abandonado y si lo encontráis, por favor, no me lo devolváis porque soy mucho más feliz sin él.

Los paseos en la playa en solitario disfrutando del viento, de ese sol primaveral que empieza a picar en la piel, las miradas a las lejanías y las fotos que voy haciendo, todo sabe mucho mejor en este nuevo estado.

(Mirada a la lejanía al amanecer)



014. Llegó el sol. Sin más. De repente se fue el invierno, pasamos de la primavera para acabar directamente en el verano. Días de recorrer la playa, juguetear con la arena y mirar al horizonte mientras llega el atardecer. Tostarse al sol por el paseo marítimo y escuchar canciones que vas sin querer bailando. La gente te mira y sonríe ante tu estado de emoción mientras vas cantando sin darte cuenta de ello.

Eso es parte de la felicidad.


015. A veces un abrazo de una persona se vuelve mucho más intenso que una noche de sexo con otra.
A veces una buena conversación es mejor que esa noche de fiestón
A veces una mirada de medio lado es más intensa que esa sonrisa que ves todos los días en el trabajo.
A veces aunque el mundo parezca que se va a la mierda hay algo que hace que el día sea maravilloso.

Pero estas cosas sólo pasan a veces...


016. Una noche sin dormir, una mirada a la lejanía en la buhardilla. Parece que hay algo que ha bloqueado en mi cerebro el resto, porque hay muchas cosas que han pasado interesantes en los últimos meses: el traslado a esta ciudad, conocer a nueva gente, rodearme de los buenos amigos que ya estaban aquí... simplemente estaba en un momento de bloqueo. Mirando a lo lejos observé, nuevamente, que en el fondo somos tan pequeñitos y nos creemos tan importantes. Somos importantes para un pequeño mundo pero para el gran mundo somos la nada, un número más ¿Cómo nos verán desde fuera allá en las estrellas?

Quedémonos con ese pequeño mundo para el que somos grandes. Somos infinitos.



017. Llega el verano, el calor, la gente en manga corta y casi podemos decir que cambia el carácter de la humanidad. A mi también, estuve en la playa, tomando el sol, tirado en la toalla, sintiendo como el solecito me daba en la espalda y casi acariciaba la piel la brisa que de vez en cuando llegaba. Me estuve leyendo un libro interesante, viendo pasear a la gente, esos cuerpazos que nunca sabes donde es esconden en invierno, y tomando unas cuántas, demasiadas, cervezas. Todo un disfrute en la más absoluta soledad y tranquilidad.

Pero algo pasó al caer la noche en aquel lugar, con la mirada fija en el agua. Me levanté dejando todo allí como si fuera a volver en unos minutos. Me metí en el agua, empecé a bucear y desee quedarme hundido bajo el agua... no me importó no volver salir a respirar. Y así me quedé durante minutos. Hasta que simplemente dejé de sentir.




018. Entonces el tiempo se paró. Tenía la sensación de estar metido de nuevo en el vientre de mi madre, con esa sensación de paz. Nada importaba, nada me molestaba, estaba en paz conmigo mismo algo que hacía mucho tiempo que no reconocía en mí, me podría haber quedado tanto tiempo así, todo el resto de mi vida.

De repente el silencio se convirtió en ruido. Un fuerte estruendo que me movía a toda velocidad, como si un tiburón me hubiera arrastrado pero con mayor delicadeza y sin desgarramientos. De repente sentí estar en tierra firme, había alguien allí, aunque no era capaz de distinguirle supongo que por todo el mareo de las olas. Y allí había alguien llorando y abrazándome. Allí estaba él.



019. Tras el último incidente en la playa decidí huir del lugar. Me encerré en casa, descolgué el teléfono, apagué el móvil, me encerré durante unos cuántos días en mí, me daba igual cuántas personas decidieran llamar al telefonillo ni el tiempo que lo hicieran. Ponía la música a todo volumen y ya se cansarían antes o después de llamar.

Si al final la solución la tenía yo mismo de todo lo que estaba pasando no necesitaba a nadie más que a mí mismo para llegar a alguna conclusión. No necesitaba tener voces alrededor, sólo a mí mismo. Apagar todo, desconectar y realmente decirme a mí mismo ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que me pasa? ¿A dónde quiero llegar realmente? Desconexión, únicamente desconexión.

020. La sensación de estar a solas fue reconfortante unos días, puso la cabeza en orden y me permitió ver las cosas con una mayor objetividad, ahora bien eso no significaba que fuera a poner buenas caras a todo el mundo, ni mucho menos. Me convertí en alguien más exigente y, sobre todo, menos atormentado y echando cargas a la espalda.

Haría lo que siempre había querido hacer, sin tener porque preguntarme que pensarían los demás, aunque en realidad nunca me había importado, y quizás esa independencia en hacer lo que me diera la gana, o en mi forma de ser era lo que me había convertido en quien era. Seguía el calor, llegaba el buen tiempo y el pasar el tiempo escribiendo en la playa mientras barcos a la lejanía indicaban un nuevo destino.



021. Sí, ese barco al fondo era mi destino. Había visto varios anuncios por la ciudad en el que pedían personas para irse en él, personas que no tuvieran preocupación por el tiempo... Escribí diez cartas a diez personas diferentes diciendo "Adiós, os volveré a escribir", mientras que el resto del mundo me dio bastante igual y no quise saber nada, así me fui... una nueva aventura que realmente no sabía bien donde me llevaba.

Firmé unos papeles y me encontré con mucha más gente allí, todos iban solos, digamos que casi nadie hablaba entre sí, todos iban con su vida dispuesta a dejarla antes de subir allí. Entre todos uno de ellos me llamaba la atención, una mirada cautivadora y mirando a la lejanía pero observando, no con la mirada perdida. Decidí acompañarle y comenzar a hablar con él. Me sonrió y me dijo "Y esto ¿dónde nos llevará?"


022. Llevábamos dos días allí y nadie nos había contado nada. Algunos deambulaban por las instalaciones como si no estuvieran presentes mientras que otros charlaban con el resto de compañeros. Yo hice especial buenas migas con un chico de mi edad que a veces parecía tan ausente como yo, pero que tenía algo que me hacía caerme en gracia.

En esa segunda noche me tumbé en la parte más alta del barco, solo, mirando a las alturas, a las doce de la noche todas las luces del barco se apagaban y yo miraba al cielo. La inmensidad de las estrellas que nunca se pueden ver desde la ciudad, a veces más a veces menos, pero nunca tantas. Simplemente me quedé disfrutándolo. El silencio. El mundo. La inmensidad. La nada y el todo.


023. (Nos dejaron a cada uno en una isla. Un mes, entero, simplemente con un cuaderno, bolígrafos y todo tipo de víveres necesarios. Nadie más allí. Sólo nosotros, nuestros pensamientos y ese cuaderno en el que poder vomitar todo aquello que nos pasaba por la cabeza, una manera de purgarnos de nosotros mismos, de todo aquello que nos amargaba, no nos dejaba avanzar, de nosotros mismos...)



024. (...Acabé entendiendo que al final no hay que perderse en la autodestrucción que ante los demás hay que tener un autorespeto, todo tras múltiples caídas, y resurrecciones, porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces, y no el burro. Moviéndome en la dirección correcta, en mi dirección correcta)



025. El barco nos llevó de regreso a la ciudad, a su playa, allí vinieron a recogerme tres amigos, tenían que ser ellos, no podían ser otros, los fieles que siempre habían estado ahí y que me habían apoyado en los buenos, los malos y aún peores momentos... Y allí con ellos llegaba yo, pero ya no iba buscando un nuevo futuro como cuando llegue a la ciudad unos meses, simplemente quería dejarme llevar y ver donde acababa todo esto.



026. Salí de casa con la espada en alto. La música sonando a todo volumen en los cascos. Esquivaba todos los obstáculos de la calle, sin un destino claro, más bien confuso, pero sabiendo lo que quería... quizás ese fue el secreto del éxito. No sabía cuál era el destino, pero si sabía lo que quería conseguir ¿Ironía? Quizás no...

El problema es que en ocasiones yendo con la cabeza victoriosa te acabas pegando alguna que otra leche. No pasa nada. Fracasas. Caes. Te hundes, pero lo celebras con unas cervezas. De ser un perdedor a ser un ganador, mi vida va a cambiar...

027. Te regalé ese CD. Sí, porque mira aún me gusta regalar estas cosas. Lo pusiste el día que estuve en tu casa. Las canciones casi estaban puestas para que fueran en ese orden. Todo pasaría según las canciones... hasta el adiós a la mañana siguiente. Un post it puesto sobre mi cama, una sonrisa, un gracias y una despedida. La arquitectura efímera. La desaparición. El recuerdo de una noche sobre tu cuerpo desnudo.



028. Entonces me vi en aquel amanecer mirando desde mi buhardilla a la lejanía, alzado en la ventana, con un cigarro entre las manos cantando una canción que sonaba de fondo en la radio: "Es que no entiendes que en la vida, princesita, también hay que aprender a ganar, me dijo un caballero inglés perdido en Buenos Aires que ahora vive en Madrid". Allí estaba el sol alzándose y enseñándome como el mar brillaba y con una sonrisa tonta en la boca. Aquel post it dejado sobre la mesa no era el único... había otro en el baño con un número de teléfono y una gran risa dibujada. Había ganado más de lo que pensaba en ese instante.



029. Sonaba Crashed on the dance floor. Estábamos entregados a la causa. Mirándonos fijamente como si no hubiera nadie alrededor. Este es nuestro mundo y nadie puede entrar en él. Todo a cámara lenta. Tan a cámara lenta como cuando los dos nos caíamos en medio de la pista de baile. Sin remedio alguno. Tras la cara de susto inicial, todo se transformó en risas y miradas cómplices. Sí, ha sido otro de esos momentos que hay que guardar para saber que lo has vivido.


030. Llegó de repente. Fue alguien que pasó por mi vida hace unos años, un chico tímido, encantador, guapo, de orejas peculiares... recuerdo llegar en tren a su ciudad, abrazarnos, mirarnos con cara de "Sí, aquí estoy". Disfrutar del viaje, de cada momento con él. Mimar, cuidar, aconsejar, querer, amar. Llegó una carta a mi casa, lo decía muy claro "Gracias por todo lo que me diste, nunca lo olvido". Al final el rastro que dejamos en cada persona, es el rastro que dejamos en esta vida y que años después sigan marcando y dejando una sonrisa cómplice en la cara es un buen síntoma.

031. Noches llenas de color, de descubrimientos que se mueven al ritmo de la imaginación. Imaginación que finalmente se convierte en realidad... Todo al final se acaba plasmando y creando. Tras aquellas confesiones, llegan estas consecuencias. Otra noche de fiesta que podría haber terminado como otra cualquiera, pero no, no lo hizo, lo hizo de nuevo junto a él. Realmente si quería que le llamara, si que quería verme y si que quiso vernos otra vez, y otra, y otra... aunque yo no quería creer en ello.


032. La decisión de elegir con quién avanzar el camino de baldosas amarillas. Decidir con quien hacer ese viaje es importante. Muchas veces hay gente que viaja con personas que no son buenos compañeros de aventuras, convirtiéndose al final en una vida que no es propia. Cada uno somos responsables de esas decisiones y, ahora que esta aventura está a punto de finalizar, estoy convencido que cada persona que ha pasado por mi vida, y yo he decidido que se quede, ha sido una buena elección. El final está cerca.




033. El fin de semana se había convertido en una mezcla de celebraciones, la tuya, la mía, la conjunta. El mundo parecía un poco mejor de lo que había sido hacía unos meses cuando llegué a la ciudad. No existía la perfección que todos ansiábamos, porque no existe, ni más ni menos. Quizás esto se estaba convirtiendo en lo más parecido a ella. El final estaba tan cerca...


034. La celebración nos llevó hasta altas horas de la mañana. El sol todavía no había salido en el horizonte pero empezamos a partir fuera del lugar. La música resonaba de fondo al abrir la puerta del garito. Parece que los vecinos estaban muy acostumbrados y ellos ya ni lo escuchaban. Tratamos de ir en silencio pero daba igual. El ruido que hacíamos tenían que escucharlo. Es lo que tiene beber mucho alcohol en la misma noche.

Comenzamos a separarnos lentamente, cada uno se iba en una dirección: unos a coger el primer metro, otros corriendo a coger un autobús, él y yo fuimos los que más duramos caminando. Pero en cierto punto tuve que decirle adiós también. Ya me encontraba solo y empecé a subir, a andar, sin parar. "No duele nada tanto como andar" resonaba en mi cabeza...




035.  ...después seguía cantando, y bailando por las cuestas solitarias, eso de "No duele nada tanto como dejar de bailar... y bailar, y bailar..." Las cuestas se hacían muy sencillas. Pintadas a cada lado, preciosas obras de arte efímeras. Algunas de ellas casi parecían mágicas, como si de repente fueran a empezar a cobrar vida.

Seguí andando, poco a poco. El sol estaba a punto de salir pero quería llegar a aquel punto alto. Me senté, tenía toda la ciudad a mis pies. En ese instante fui consciente que, al menos por un rato, era el rey del mundo. Desde allí, mientras el sol salía, reflexioné sobre el año que acababa: Había conseguido independizarme, conocer a gente interesante, había aprendido varias lecciones de vida, tenía un trabajo y, casi al terminar el año, había hechos descubrimientos de gente apasionante.

Quizás era un ser afortunado, quizás había aprendido a aprovechar cada momento, los tristes, los alegres, en los que tuve que luchar... Sólo pedí que tuviera, al menos, un año más para poder disfrutarlo. El sol ya había traspasado el horizonte, la ciudad se ponía en marcha. Esta vez no me había fallado.

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