11 de septiembre de 2013

Septiembre, por Jordi Di


Empieza septiembre, el mes más importante para las editoriales, para los niños, estudiantes y profesores, para la mayoría las vacaciones terminan… Para Carlos también era un mes importante, era el mes que Javier volvía de Roma para quedarse.

Carlos y Javier siempre habían sido unos enamorados el uno del otro, pero la distancia física era demasiado mayor para sus corazones. Decidieron mantenerse al margen el uno del otro, seguir su vida aunque no se pudieran olvidar. Hace unos meses Carlos y Javier se pusieron en contacto y la chispa seguía candente en sus manos y ojos. Durante los últimos meses Carlos y Javier han ido diciéndose cosas bonitas y…


Tal como dice la canción, Javier decía ‘Just like yesterday I told you I would stay’ (Tan sólo como ayer, te dije que me quedaría). Durante las dos últimas semanas todo había girado en torno a las ganas que tenían de verse, de tocarse, de saber si aquello podría funcionar. Habían puesto toda la ilusión, o bueno, eso creía Carlos.

Carlos es un soñador. Un ser que a pesar de su orgullo y testarudez, es de corazón noble y cuando se enamora… lo hace hasta las trancas, sea cual sea el resultado de ese amor. A Javier le ha querido de un modo que nadie más que su corazón y algún intruso en su cama había descubierto.


Javier era un cabrón, para qué ir con rodeos. Le gusta mucho el sexo, y la opción de enamorarse era sólo para los valientes. Vivía de caprichos. La idea de volver a sus orígenes le aterraba de manera sobrehumana, quería vivir en Roma, y seguir su vida de bear ligón. Le asustaba la idea de enamorarse de Carlos, enamorarse de verdad, dejarse guiar ciegamente por él.

No se atrevía a decírselo, nadie sabe bien el por qué, pero no le dijo el miedo que sufría. Carlos también tenía miedo, pero la verdad es que esta vez había decidido poner toda la carne en el asador e intentar cualquier cosa con Javier, pero este no.



Septiembre llega con un mensaje para Carlos: ‘Ya estoy aquí, pronto nos vemos. Javier’. Ese fue uno de los días más expectantes para él. Es el momento, sólo faltaba un poco más y ya. Empieza septiembre y con él un nuevo camino para Carlos y Javier.

Ay, septiembre cuántas ilusiones erróneas nos traes a más de uno.



Los estudiantes afrontan el curso con ganas de rutina, olor a libros nuevos, bolis que funcionan a la perfección y agendas impolutas. El nuevo curso es el año nuevo de los estudiantes. Para Carlos también lo era. Imaginaba que la vida ahora que Javier estaba aquí resultaría mucho más sencilla en ese aspecto, tendría brazos que le abrazaran varias noches a la semana y besos que le dieran todo el amor que le faltaba. Todo en vano.


Carlos leyó sobre esta canción en Vogue, y le recordó su manera de esperar. Los días pasan lánguidos y nerviosos, esperando una llamada, un mensaje. Él trabaja en una tienda, es simpático con los clientes y alguna de sus compañeras había avistado un drama interno que no puede expresar más que en su coche a solas y de camino a casa. El único momento en el día en que Carlos se siente libre para soltar todo lo que tiene escondido dentro. No llora, la verdad, solo dejar volar su imaginación maldiciendo todo lo que se cruza en su camino.

Javier, mientras, visita a su familia, sus amigos y demás, se aleja de Carlos. La distancia ha sido contraproducente. No tiene interés en verle, el miedo le aborda, se acobarda ante tal muestra de amor y pierde su tren.

Carlos y Javier habían perdido ya una oportunidad antes que se fuera a Roma. Lo dejaron pasar para que ahora uno de ellos no sea capaz de ver que las segundas oportunidades son definitivas y ya jamás vuelven a darse.



Carlos se percata que Javier ha relegado el tiempo de ellos dos para lo último, está dejando pasar la oportunidad. Javier quiere follar con toda la ciudad, Carlos pasar todo el tiempo del mundo con él. Total, un drama.
Así que parece que Carlos pierde el tiempo y las energías en alguien que no merece ni un minuto más de su vida.



La tormenta se desata en Carlos, se harta de ser el último mono en la vida de Javier y decide poner fin a todo contacto. Le habla para decirle que no bailarán más juntos, que no contarán más olas del mar ni estrellas. Se da cuenta que no quiere formar parte de la vida de alguien que le relega al último momento, que sus ilusiones se quedan en la estación de tren y cambia de andén para coger otro tren, que no quiere ser parte del miedo.

Javier decide por su parte mantenerse al margen de todo. No contestar a Carlos y desaparecer.




Después de la tormenta, viene la calma. Carlos saldrá de esta. Ha sido un golpe en baja defensa y por la espalda, pero se repone. Como la más que repetida metáfora del Phoenix, vuelve a volar.

Carlos es fuerte, el mal de amor le ha curtido bien. Ya se lo espera todo, y las cosas son menos duras con un corazón apedazado. Cada vez le importa menos no tener corazón, de hecho ese parece el objetivo de que se lo rompan siempre, la pérdida absoluta del órgano.



Todo parece una historia falsa, sin dilaciones ni finales felices. Carlos empieza la universidad, y supongo que Javier también, pero de momento no estará más en la vida de Carlos. Y cuando vuelva si es que vuelve, aunque ellos siempre vuelven, no habrá nadie esperándole en el andén. Carlos vuelve a la rutina con ganas, y septiembre llega a su fin, y con él despierta. El cárdigan por las mañanas y alguna que otra chaqueta hacen falta, el verano termina. La sincera sonrisa de Carlos impregna la casa y va dejando rastro.



El rastro de Carlos lleva a octubre. Su mes favorito, las hojas y los colores cálidos inundan sus ojos, su cámara y su cama. Ais, Carlos.


Continuará en Octubre

Texto & fotografía de cabecera: Jordi Di

1 comentario:

  1. Septiembre siempre fue el momento de la transición, de olvidar(y recordar), de avanzar... Deseando que llegue Octubre!

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