"Una vez le prometí a un amigo que esta historia iba a terminar bien"
(Cristal en Miss Tacuarembó)
Es bastante curioso, estamos rodeados de gente. Tanta como los millones de personas que hay pululando en el Planeta Tierra. En estos días están pasando varias cosas a mi alrededor que me hacen emocionarme.
Amigos que: están con sus trabajos de final de grado, estresados, pero superándose cada vez que hacen una presentación de un proyecto a una empresa, o cuando se ponen a organizarlo todo para sacar la mayor nota en un examen; personas que por fin ven que ese trabajo que han hecho tienen su recompensa, tal es así que los ves emocionarse por la calle; el momento que hay cambios en el trabajo de otro para algo mejor, con esas inquietudes que siempre suponen los cambios. A veces es un cambio de la orilla, moverse a territorios al otro lado del Atlántico. En algunos casos te encuentras con gente cuyo disco, hecho con mimo, va poco a poco funcionando, lento pero con un paso firme; carreras musicales que se asientan tras muchos años de darle caña y pasar por mil formaciones.... O ese instante en el que el concepto "todavía", ya cambia tal y como lo conocíamos, para convertirse en un "dentro de muy poco" en proyectos que, aunque no sean tuyos, los vives como tal.
No creo en el amor universal, en él "Yo quiero a todo el mundo", que diría aquella gran filósofa de la vida social de nuestra país. Más bien creo que a mi alrededor hay unos pequeños, grandes, seres que tienen todo mi amor. Siempre he entendido que el amor verdadero es a personas que les deseas todo el bien, todo el triunfo, y que sean felices con lo que hagan y disfrutan. Eso es querer a alguien. Estar ahí, apoyar cuando sea necesario, e incluso tener que apartarte cuando en ocasiones haya que hacerlo. El desear que esa persona tenga todo lo que realmente quiere, y si no lo consigue, apoyarle para que no decaiga en un nuevo intento.
No creo en el amor universal, en él "Yo quiero a todo el mundo", que diría aquella gran filósofa de la vida social de nuestra país. Más bien creo que a mi alrededor hay unos pequeños, grandes, seres que tienen todo mi amor. Siempre he entendido que el amor verdadero es a personas que les deseas todo el bien, todo el triunfo, y que sean felices con lo que hagan y disfrutan. Eso es querer a alguien. Estar ahí, apoyar cuando sea necesario, e incluso tener que apartarte cuando en ocasiones haya que hacerlo. El desear que esa persona tenga todo lo que realmente quiere, y si no lo consigue, apoyarle para que no decaiga en un nuevo intento.
Alguien que realmente te quiere, no trata de impedirte tus sueños, no te pone pegas o te dice "Uys, ten cuidado que te vas a estrellar..." estará ahí por si te la das. Hay a gente que la quieres nada más conocerla, que lo sabes, que es así, porque lo sientes. El paso de los años hace que al final esa sensación sea verdadera, al menos en una buena parte de los casos. Otros llegan de una forma más tímida, poco a poco, pero a medida que pasa el tiempo, y que la vida hace que os unan más de una y de dos cosas, se crea un lazo tan grande que no quieres partir.
Así que sólo puedo decir que me siento muy orgulloso de esas personas muy cercanas, que están consiguiendo que sus sueños se vayan cumpliendo, pero que además de cumplirse lo que están haciendo es disfrutar del camino, compartirlo con los que les quieren, y dispuestos a que al final todo acabe saliendo bien.
Y en eso, señores, estoy lleno de orgullo, de gente luchadora, estudiante, trabajadora, de la que quieres llevarte hasta el infinito y más allá.
Te amo (ymemocionao)
ResponderEliminarEl triunfo de aquellas personas a las que queremos es un triunfo para nosotros también. No sólo hay que alegrarse de tener a gente que consigue sus objetivos, sino de tener a gente que también te ayuda a conseguirlos.
ResponderEliminarGran entrada, señorito. :)