Siempre hay una persona a la que le llamo "pequeño" por delante. Sí, es algo que empezó porque cuando le conocí no pasaba de la mayoría de edad. Uno que tiene un instinto paternal, por ahí en algún lugar, empezó a usar el "pequeño" como apelativo cariñoso.
Pero el "pequeño" creció, pasó de dejarse perilla a dejarse barba. Comenzó una carrera, y la acaba de terminar. Ahora es el pequeño graduado, aunque he de reconocer que durante todo este tiempo he usado muy mal la palabra "pequeño". Nunca ha sido pequeño, siempre ha sido grande: en imaginación, ideas, en gustos musicales, conversaciones, descubrimientos y en ser cómplice de las propuestas que le hago.
Aún así creo que le seguiré llamado "pequeño", con todo el amor del mundo.
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