14 de julio de 2014

V.O.S. [Versión Original Subtitulada]


Álvaro tenía un problema de base, su nombre. Álvaro comenzaba como autodestructivo. Lo que en un comienzo podría haber sido algo aleatorio, casual, sin sentido, se convirtió en toda una señal de lo que iba a ser su vida.

La infancia no le fue fácil. En el colegio no fue de esas personas populares, todo lo contrario, se convirtió en uno de esos perfectos objetos de deseo por los que se creían superiores a él. Una nueva señal apuntaba hacía donde iba su vida... Aunque él no quisiera todo indicaba que es lo que iba a suceder.


Los años iban pasando, tras repetir un par de cursos llegó a la universidad. Nunca consiguió terminarla. No tenía ni valor, ni ganas, de terminar una carrera con la que sólo pretendía contentar a sus padres ¿Quién en su sano juicio -y moral- desearía convertirse en abogado?

Irónicamente, y pese a todo lo anterior, Álvaro era un chico atractivo, de esos que te girarías al pasar por la calle. Él nunca lo vería así. No se gustaba, evitaba los espejos por miedo a lo que podría encontrarse en el reflejo. Su rechazo hacía sí mismo era algo que nadie supo ver. Era un estupendo actor. Había aprendido, gracias a los años, a engañar a toda la gente que iba conociendo, incluso habiendo hablado con ellos de algunos problemas, neuras, y fantasías dañinas que le daban vuelta por su caótico cerebro.

No os vayáis a pensar que Álvaro era una mala persona, ni mucho menos. Era de las personas que querrías tener como amigo, novio o amante... encantadas de complacerte, protegerte, y mimarte como si fueras la persona más importante del universo. Realmente así lo pensaba. Cada persona que le llegaba al corazón se convirtió en un amor verdadero, más allá de que hubiera sexo o no, lo daba todo por ellos. Creía en las personas, en sus ilusiones, en sus ganas... y quería que lo consiguieran, aunque él pensaba que sus logros no podría alcanzarlos.

Era capaz de darlo todo por los demás, igual que lo que no era capaz de darlo por él. Una pena que en realidad nadie fuera capaz de verlo, o quizás no quisieran hacerlo. La realidad siempre supera a la ficción, y en el caso de Álvaro no podía ser más real.

Cuando iba a cumplir los 30 años decidió lo que, a sus ojos, era lo mejor que podía haber hecho. Una noche de fiesta, bebió lo más que pudo, huyó de la discoteca donde estaba, y se fue hasta uno de los lugares de la ciudad más populares entre los suicidas.

Con lagrimas en los ojos decidió hacer algo que le había pasado por la mente desde la infancia: Saltar al vacío. Sin más, se tiró. El camino fue más corto de lo que esperaba. De repente llegaba la nada.

Al día siguiente sus familiares y amigos recibieron la noticia. A los pocos días llegarían cartas a las personas más importantes de su vida, en ellas dejaba su propio testamento con la repartición de los pocos objetos que había en su vida. Pedía perdón por todo, pero nadie podía ayudarle aunque quisiera: no se iba a dejar ayudar. Sabía que les dolería al principio, pero sabía que ese dolor sabrían redireccionarlo para ayudar a otras personas más sabías que él.

Álvaro demostró una realidad: no te fíes de las apariencias, piensa en las películas de V.O.S. donde los subtítulos pueden darte una información mucho más fiable.

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